Recorrimos Lanzarote en bici durante dos días, explorando el norte y el sur de la isla. Desde el Mirador del Río hasta Timanfaya, pasando por Los Hervideros y La Geria, enfrentamos viento, carreteras épicas y buena gastronomía. Una experiencia inolvidable
En nuestra segunda ruta ciclista exploramos el sur de Lanzarote, atravesando el Parque Nacional de Timanfaya, los acantilados de Los Hervideros y el Charco Verde. El viento no da tregua y una carretera cortada nos obliga a improvisar, convirtiendo la jorn
Después de una primera jornada recorriendo el norte de la isla, hoy toca cambiar de rumbo y dirigirnos hacia el sur de Lanzarote. Una zona de paisajes volcánicos, carreteras interminables y, por supuesto, el viento, que parece no estar dispuesto a darnos un respiro.
Con un desayuno rápido y las barritas listas, nos ponemos en marcha. En el plan de hoy: el Parque Nacional de Timanfaya, Los Hervideros, el Charco Verde y las Salinas de Janubio. Pero como siempre, Lanzarote nos tiene preparadas algunas sorpresas.
El Parque Nacional de Timanfaya es, sin duda, el mayor atractivo natural de Lanzarote. Su origen se remonta a las erupciones volcánicas que ocurrieron entre 1730 y 1736, cubriendo un tercio de la isla con lava y creando un paisaje que parece de otro planeta.
El acceso al parque está controlado para proteger su delicado ecosistema. Para visitarlo por dentro nos dicen que nos cobran 20 euros por un recorrido de 2 kilómetros, decidimos que nos vale con la vista desde fuera.
¿Nos arrepentiremos? Quizás. Pero seguimos rodando y disfrutando de este impresionante mar de lava desde la carretera.
Siguiendo la ruta, nos dirigimos al Charco Verde, aunque sin saberlo, terminamos en el "Pequeño Charco Verde". Este lago de color verdoso debe su tonalidad a la presencia de algas y azufre, lo que le da un aspecto surrealista en contraste con la arena negra de la playa.
Aunque nos saltamos el charco "oficial", el paisaje sigue siendo impresionante y aprovechamos para estirar las piernas antes de seguir.
Unos kilómetros más adelante llegamos a Los Hervideros, una zona de acantilados de roca volcánica donde el mar se cuela con fuerza en sus grietas y cuevas, generando un efecto de "agua hirviendo". De ahí su nombre.
Este fenómeno ocurre porque la lava, al enfriarse al contacto con el mar, formó estructuras con túneles y oquedades. Cuando el oleaje es fuerte, el agua entra a presión, creando un espectáculo visual increíble.
Nos detenemos a explorar los miradores, aunque caminar con zapatillas de ciclismo por aquí es un reto en sí mismo.
Cuando intentamos continuar, nos encontramos con un problema: la carretera está cortada. Parece que el asfalto ha cedido en un tramo y está totalmente intransitable para coches.
Preguntamos a otros ciclistas y nos confirman que, aunque hay un agujero enorme, podemos pasar sin problema. Así que, con algo de precaución, atravesamos la zona y seguimos disfrutando de una carretera sin tráfico y con vistas espectaculares.
Siguiendo la ruta, llegamos a las Salinas de Janubio. Estas salinas, las más grandes de Canarias, surgieron tras la erupción del Timanfaya en el siglo XVIII, cuando la lava bloqueó el acceso del mar y dejó atrapada el agua, formando un lago salino.
La producción de sal aquí es artesanal, y el paisaje es una mezcla de colores con blancos brillantes, rosas y azules, contrastando con el negro de la ceniza volcánica. Un sitio ideal para tomar un respiro antes de seguir.
El hambre empieza a apretar, así que buscamos un sitio para comer. Y aquí es donde Lanzarote nos sorprende otra vez.
Acabamos en un restaurante llamado Manolo Filipino. El nombre ya nos intriga, pero cuando nos traen las hamburguesas, entendemos que hemos acertado. ¡Qué espectáculo!
Comida increíble y a buen precio. Un clásico instantáneo.
Seguimos la ruta hacia La Geria, la principal zona vinícola de Lanzarote. Aquí, las viñas crecen protegidas por muros de piedra, formando un paisaje espectacular.
El suelo volcánico retiene la humedad, y el diseño en forma de hoyos semicirculares protege las plantas del viento. Un ejemplo perfecto de cómo los agricultores han sabido adaptarse a las condiciones extremas de la isla.
Nos acercamos a Arrecife y hacemos una breve parada en el Castillo de San Gabriel, una fortaleza que protegía la isla de los piratas en el siglo XVI.
Antes de finalizar la ruta, pasamos por el icónico barco varado, aunque parece que ya están desmontándolo.
Finalmente, entregamos nuestras bicicletas después de dos días intensos. Y, como no podía ser de otra forma, nos tomamos una cerveza para celebrar.
Para cerrar el día con broche de oro, nos vamos a cenar al Hespérides, en Teguise. Un lugar espectacular, con comida increíble y una atención de lujo.
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