Recorrimos Lanzarote en bici durante dos días, explorando el norte y el sur de la isla. Desde el Mirador del Río hasta Timanfaya, pasando por Los Hervideros y La Geria, enfrentamos viento, carreteras épicas y buena gastronomía. Una experiencia inolvidable
Nuestra primera ruta ciclista por el norte de Lanzarote nos lleva a través de paisajes volcánicos, carreteras infinitas y vientos desafiantes. Exploramos la Antigua Rofera, el Mirador del Río y el puerto de Órzola, con vistas espectaculares y gastronomía
Nos despertamos con el sonido del viento golpeando las ventanas. Lanzarote no decepciona en cuanto a clima: el viento es una constante y, en este caso, un compañero de ruta bastante exigente. Desayunamos con calma y preparamos nuestras bicicletas, revisando frenos y ajustes después de la primera toma de contacto con la isla.
El norte de Lanzarote es conocido por sus contrastes: montañas de origen volcánico, playas de arena blanca y carreteras rodeadas de campos de lava. La jornada promete.
Nuestra primera parada es la Antigua Rofera, una cantera de extracción de rofe, un tipo de ceniza volcánica que los agricultores han utilizado durante siglos en Lanzarote para conservar la humedad en los cultivos.
El lugar parece sacado de otro planeta: paredes de roca con capas de colores ocres y rojizos, estructuras erosionadas por el viento y el paso del tiempo. Es un recordatorio de cómo los habitantes de Lanzarote han aprovechado su entorno volcánico para sobrevivir y prosperar.
Desde la Rofera seguimos nuestra ruta hasta dos de los puntos más impresionantes de la isla: Jameos del Agua y la Cueva de los Verdes. Ambos forman parte de un mismo tubo volcánico creado por la erupción del Volcán de la Corona hace miles de años.
Jameos del Agua es una de las obras más icónicas de César Manrique, donde el arte y la naturaleza se fusionan en un entorno espectacular. Nos llama la atención su lago subterráneo, donde habitan los famosos cangrejos albinos, una especie única en el mundo.
Cueva de los Verdes es un antiguo refugio de piratas que ahora es un recorrido subterráneo lleno de formaciones volcánicas impresionantes. Nos cuentan su historia y nos sorprenden con una demostración de acústica que deja claro lo especial que es este lugar.
Decidimos dejar su visita para un día sin bicicleta.
Seguimos pedaleando hasta Órzola, un pequeño pueblo pesquero en el extremo norte de Lanzarote.
Este es el punto de partida de los ferris hacia La Graciosa, la octava isla habitada de Canarias. En el puerto vemos cómo los barcos van y vienen, y nos preguntamos si con tanto viento el trayecto será una experiencia tranquila… o una montaña rusa marítima.
Aquí hacemos una parada estratégica para comprar agua. Nos cruzamos con decenas de triatletas que, al igual que nosotros, desafían las condiciones climáticas en cada pedalada. Lanzarote es un referente en el mundo del triatlón gracias a su clima, sus carreteras exigentes y la mítica prueba del Ironman Lanzarote, considerada una de las más duras del mundo.
Con las piernas ya calentadas (o más bien castigadas por el viento), afrontamos la subida al Mirador del Río, un punto icónico de la isla.
Diseñado por César Manrique, el mirador se integra perfectamente en el paisaje, con una vista espectacular hacia La Graciosa y el Archipiélago Chinijo. Desde aquí, la panorámica es simplemente inmejorable: acantilados que caen en picado hasta el mar, islotes en el horizonte y un cielo que parece no tener fin.
El esfuerzo de la subida nos abre el apetito, así que buscamos un sitio donde reponer fuerzas. Paramos en un restaurante de un pequeño pueblo y nos dejamos llevar por la gastronomía local.
Pero si hay algo que no podemos dejar de probar es el barraquito, el café típico canario que mezcla café, leche condensada, licor, canela y limón. Un postre disfrazado de café que nos da la excusa perfecta para alargar la sobremesa.
Después de la comida, retomamos la ruta con un objetivo claro: llegar antes de que anochezca. Nos dirigimos al punto más alto de la isla, coronado por un radar militar que parece sacado de una película de ciencia ficción. Desde ahí, descendemos hasta el Castillo de Santa Bárbara, una antigua fortaleza que servía para vigilar la costa y protegerse de los piratas en siglos pasados.
Ya con el sol bajando en el horizonte, ponemos rumbo a nuestra casa, enfrentándonos de nuevo al camino infernal que nos espera antes de llegar. Entre risas y comentarios sobre quién ha sido el más valiente del día, cerramos esta primera jornada en Lanzarote.
Mañana, más kilómetros, más viento… y seguro que más historias que contar. 🚴♂️💨
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