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La Ermita del Alba, situada en las maravillosas montañas de Asturias, es un puerto emblemático para los amantes del ciclismo de montaña. Este puerto es la joya de los ciclistas que buscan desafíos intensos sin igual. Se inicia el ascenso en un desvío marcado con la capilla de la Ermita del Alba. A lo largo de sus aproximadamente siete kilómetros, los ciclistas enfrentan pendientes desafiantes que alcanzan tramos superiores al 20%.
Lo que hace especial a la Ermita del Alba es su difícil acceso: requiere de un mínimo de forma física para subirlo con ciertas garantías, ya que no está diseñado para cualquier cicloturista. Comparado con otros puertos, como el famoso Angliru, la Ermita del Alba se presenta con un coeficiente considerable, requiriendo no solo un esfuerzo físico, sino también mental.
Durante la subida, los ciclistas deben mantener un compendio entre cabeza, piernas y desarrollo, una estrategia crucial para enfrentar tramos con pendientes extremas. La altitud alcanza los 1196 metros, y se estima que el ascenso puede durar aproximadamente 50 minutos, dependiendo de la preparación de cada ciclista.
El asfalto se encuentra en buenas condiciones, y la jornada otoñal que acompaña esta ascensión ofrece un clima ideal, brindando una experiencia visual y física que supera incluso la de los días calurosos de verano. Las vistas panorámicas son impresionantes, haciendo del ascenso no solo un reto físico, sino también un regalo visual.
Al llegar cerca de la cima, el ciclista encontrará un descanso al enfrentar las últimas rampas. Es importante destacar la similitud de este puerto con otros desafíos de montaña, en los cuales el ciclista no solo debe estar preparado físicamente, sino también tener una gran resistencia psicológica para afrontar las dificultades mentales de la pendiente.
Por último, la Ermita del Alba no es solo un reto físico, sino una prueba para todos los sentidos, alineado con el prestigio de haber sido final de una etapa de la Vuelta a España. Este puerto permanece en el recuerdo de quienes lo suben, siendo una experiencia de sufrimiento y regocijo que deja una marca imborrable en cada ciclista que se atreve a conquistarlo.
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